Una noche, el niño dudaba ya si estaba dormido o si aún lo seguía intentando. Con sus ojos ya cerrados, millones de imágenes pasaban delante de él. El niño soñaba con máquinas, fantásticas máquinas, llenas de movimientos casi como si tuvieran vida propia. Y así, seguía su sueño que duró por siempre. Hasta que un día despertó, y siguió en su rutina el niño creciendo, pero él nunca se olvidó de sus sueños y logró ser feliz. Solo un niño que no olvida sus sueños podrá ser feliz.
Fin.